Vivir del cuento

SPIN contabiliza más de 70 mil inexactitudes, falsedades o afirmaciones engañosas en lo que va del gobierno.

Mamario Schettino

El jueves pasado, la secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, se reunió con diferentes funcionarios mexicanos e incluso con el presidente López Obrador. La secretaria de Energía de México, Rocío Nahle, afirmó que Granholm no había mostrado preocupación por la reforma energética que hoy se discute en ‘parlamento abierto’. El Presidente, en su mañanera del viernes, coincidió con lo dicho por Nahle, y complementó afirmando que Granholm “entendió que nuestra misión es desterrar la corrupción del país…”.

Sin embargo, hacia las dos de la tarde, la Secretaría de Energía de Estados Unidos emitió un comunicado, breve pero duro, en el que con toda claridad desmintió al gobierno mexicano. Fue difundido a través de Twitter, no sólo por la misma secretaria, sino por la embajada de Estados Unidos, que además posteó la traducción en español. El núcleo del comunicado es éste: “En cada reunión, transmitimos expresamente las preocupaciones reales de la administración Biden-Harris sobre el potencial impacto negativo de las reformas energéticas propuestas por México, a la inversión privada estadounidense en México”.

Conforme avanza el ‘parlamento abierto’, que no es sino una maniobra para ganar tiempo, he escuchado a muchos que sugieren que habría alguna versión suavizada de la reforma que podría ser apoyada por el PRI, o por algunos de sus miembros, y con eso ser aprobada. Conviene centrarnos en tres puntos. Primero, nuestro principal socio comercial ya mostró con claridad su desacuerdo, e incluso afirman que esperan “trabajar con México para asegurar que ambos tengamos éxito en la creación de una ruta de respeto mutuo rumbo a nuestras metas energéticas compartidas”.

Segundo, no existe forma de suavizar la reforma, al menos en la parte constitucional, que es la que importa. En ella, se modifica el artículo 25 para incluir una frase muy extraña: “El Estado preservará la seguridad y autosuficiencia energéticas de la nación…”. Se modifica el 27 para equiparar al litio a los minerales radiactivos, pero además para establecer que “el Estado queda a cargo de la transición energética”. Y se modifica el 28 para hacer a la CFE responsable del Sistema Eléctrico Nacional, volverla totalmente autónoma y ponerla a cargo de la transición energética. Más aún, se establece ahí mismo que la CFE generará al menos 54 por ciento de la energía eléctrica que requiera el país, pero el servicio de abastecimiento será prestado exclusivamente por ella.

Más allá del litio, que de verdad es poco importante, esta reforma es destructiva. No hay argumento razonable detrás de ‘autosuficiencia’, que además no se define; no hay razón para que la CFE sea responsable de la transición energética; al contrario, convertir a CFE en una entidad autónoma, a cargo del SEN, con una participación de mercado asegurada y en calidad de monopsonio en la generación eléctrica es garantía del fin de la competencia en el sector, con lo que aseguramos falta de abasto y mayores costos. Se trata de un retroceso de décadas, que implicará un efecto similar en toda la economía. Y no hay manera de ‘suavizar’ eso.

Tercero, es claro que para el Presidente el objetivo es avanzar en la destrucción del PRI, que es la fuente principal de los votos de su coalición. PRI e izquierda han sido vasos comunicantes de la votación del nacionalismo revolucionario aprendido en la escuela, que es más de la mitad del total. En el afán de concentrar el poder, López Obrador no tiene límite. Si con ello se carga al sistema eléctrico, a la producción manufacturera o al mismo TMEC, le tiene sin cuidado.

Precisamente por eso el sainete del hospital del viernes parece una mentira más. SPIN contabiliza más de 70 mil inexactitudes, falsedades o afirmaciones engañosas en lo que va del gobierno, no sería nada raro. Vivir del cuento puede salir muy caro… a los demás.

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